La uva Monastrell es la protagonista en el territorio de Yecla, ya que ocupa más del ochenta por ciento del viñedo inscrito. En Yecla, se han encontrado restos arqueológicos de una bodega datada en el siglo I antes de Cristo, pero, realmente, la industria vitivinícola de este territorio no despega hasta bien entrado el Renacimiento en España. En el siglo XIX, a causa de la filoxera que arrasa el viñedo francés, algunos bodegueros procedentes de Burdeos y de la Borgoña se instalan en Yecla. Después, se experimenta un parón en la producción del vino, hasta que la cooperativa La Purísima y Bodegas Castaño irrumpen en escena y transforman el panorama del vino en Yecla, buscando un vino de calidad y que le confiera una identidad propia respecto de su hermano mayor, el vino de Jumilla. Una de estas medidas es el adelanto de la vendimia, para evitar la sobremaduración, por tanto, los vinos de Yecla suelen tener, en términos generales, un proceso de maceración corta y crianzas breves. En la literatura de principios de siglo, encontramos referencias a este vino en escritores de la generación del 98 como Pío Baroja y Azorín. También en el arte encontramos referencias a los vinos, como muestra la cepa representada en un friso hallado en Los Torrejones.
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